miércoles, 7 de marzo de 2012

UN CASTILLO DE BAVIERA EN CAÑETE

Alfonsina Barrionuevo
Entre rumor de árboles y mar, en San Vicente de Cañete, un hermoso castillo bávaro, está por sucumbir. Sus tiempos de esplendor aquí y en tierra europea pertenecen al pasado. José Unanue de la Cuba, distinguido vecino de la villa, descendiente de  Hipólito,  lo trajo en barco desmontado en piezas. Mármoles, rejas, ventanas, vidrios, puertas, pisos y muebles, hicieron una larga travesía entre dos océanos para anclar sobre una vieja waka que había en el lugar.
El castillo que fue construído en las márgenes del río Rin, en Alemania, volvió a erguirse esta vez frente al Pacífico. No se conoce su historia pero las cajas donde vinieron desembarcaron ostentosamente en el muelle de Cerro Azul. Para los pobladores fue un espectáculo su traslado a la antigua hacienda.
Don José  decía que había costado unos legítimos mil pesos de oro, que serían a la fecha un millón de dólares. Lo visitó con gran satisfacción y, preguntó de manera insólita si estaba en venta. El dueño recibió con admiración la propuesta y seguramente tenía otros porque estuvo dispuesto a hacer negocio. No se sabe cómo estaba la mano de obra pero sus trabajadores cumplieron con facilitar su traslado.
Su reedificación se inició en 1843 y se concluyó a principios del siglo pasado. Cuando abrió sus puertas se convirtió en una de las suntuosas residencias del sur chico, haciéndose realidad el sueño de su nuevo propietario que alcanzó a recibir en su interior a sus invitados.
En recuerdo de su padre le llamó Castillo Unánue y por su estilo arquitectónico se comparó solamente al castillo del emperador Pedro IV de Brasil, cercaz a ío de Janeiro.
"Siempre fue una mansión admirable, dice Iván Reyna Ramos. Sus ambientes agradables, de gran atractivo, eran preferidos en sus viajes fuera de Lima por Ernest Middendorf, Alexander von Humboldt, Benjamín Vicuña Mackenna, Antonio Raimondi y Jorge Basadre. Según Víctor Andrés García Belaúnde en su obra 'Cañete Ayer y Hoy', el castillo se ubicaba dentro “de un hermoso fundo de 900 fanegadas que era recorrido por un ferrocarril a vapor que lo comunicaba con sus oficinas”.
El tradicionista Ricardo Palma mencionó alguna vez que “ los viejos naturales de Cañete recordaban la figura varonil del señor cabalgando por los caminos en el más brioso potro del valle... ¡Es don José!, ¡Don José Unanue!, decían los cañetanos, cediendo respetuosos el paso al rico hacendado que avanzaba gallardo y donjuanero para visitar las rancherías”.     
"Remecido por las furias telúricas propias del litoral las resistió hasta  el 15 de agosto de 2007 que conmovió sustancialmente sus estructuras, dice Reyna Ramos. Hoy las cuatro torres coronadas con merlones y almenas que servían para protegerlo de antiguas invasiones están derruidas. Las grietas alcanzan a las troneras y saeteras diseñadas para disparar flechas, piedras o agua hirviendo al enemigo. También están afectados los cuatro minaretes que en alto relieve inscriben la señal de la cruz como las mezquitas de Tierra Santa."
Agrega que "la noche del castillo  llegó con la reforma agraria, el saqueo y el olvido. Así se secó el jardín botánico europeo en el que había palmeras, magnolias, nogales, pinos, alcornoque. Desaparecieron los pavos reales, patos, halcones, gorriones, chilipillos, jilgueros, colibríes, faisanes y gansos; también las tortugas y peces de colores llamados purpurinos, tornasolados y dorados. Hoy sólo son gratos recuerdos".
Haber sido declarado desde 1972 Monumento Histórico de la Nación  no ha detenido su deterioro. Los únicos que reciben a sus escasos visitantes  son los trabajadores de la ex Cooperativa Agraria de Usuarios Cerro BlancoUnanue, en cuya área se encuentra.
"En 1999 los hermanos Vera invirtieron 30 mil dólares en los estudios de restauración que será bastante costosa. Los estudios calculan que su rehabilitación para ofertarlo al turismo demandará unos seis millones de dólares. Si se logra que alguna compañía privada se encargue de rescatarlo de la incuria y el olvido puede ser un atractivo para Cañete.".
Personalmente tuve la suerte de recorrer sus instalaciones y deleitar mi vista con las exclencias que me ofreció en tierra peruana un castillo europeo. Aún se puede ver desde lejos las torrezuelas que le quedan y en el interior algunas secciones que no ofrecen peligro. El ancho corredor, con piso de colores, las hermosas ventanas y el patio que está en el subsuelo.
La periodista alemana y filóloga de la lengua española, Verena Görtz, quien  estuvo en Cañete, dijo cuán asombroso fue traer este castillo para dejarlo después  abandonado, comentó  Iván Reyna.
En su documentación está incluìda la leyenda oral de los tres túneles en los subterráneos del castillo. Se dice que uno conecta con la antigua hacienda Montalbán a 3 kilómetros; el otro con la hacienda Arona a 5 kilómetros, y de allí hasta Cerro Azul a 10 kilómetros; el tercer túnel tendría salida en la playa de Cochahuasí a 3 kilómetros.

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