MARCO AVILÉS I CRÓNICAS
DE WATERLOO
Hay dinero en el país
pero falta educación. Entonces gastamos la plata construyendo paredes.
2014 D.C.
Valerio Luyo tenía un
restaurante en el distrito de Asia antes de que el gran muro empezara a
construirse. Entonces era joven. Ahora tiene 86 años y recuerda aquellos
tiempos desde su exilio, en el reposado valle de Lunahuaná, un día de verano
mientras barre la entrada de su casa, bajo las montañas.
El joven Valerio Luyo
vivía en la zona popular de Asia y, como sus vecinos, jamás había necesitado un
salvoconducto para atravesar las playas. Los primeros forasteros eran
inofensivos, recuerda. Llegaban desde Lima los fines de semana. Acampaban con
sus familias. Enterraban sus restos en la arena. Con el tiempo, levantaron
casitas. Trajeron perros, mucamas, televisores. Eran gente de dinero.
Desaparecían con la llegada del invierno.
Un día, los nuevos
vecinos levantaron un muro. Se aislaron del resto del distrito. Parecía un acto
comprensible de protección. Habían terroristas y ladrones en el país. Pero el
muro era radical como una mentada de madre de los dioses: los que estaban
dentro tendrían acceso al mar. Los que estaban afuera, se joderían.
Los condominios de
concreto se multiplicaron con el tiempo siguiendo el mismo patrón: las playas
públicas en adelante serían clubes privados. El gran muro protegía a los
propietarios y se extendía con hostilidad, como la frontera que separa a dos
países que no se entienden. Los que tienen casa de playa van adentro. Los que
no tienen casa de playa, afuera. Los de adentro destacaban los nombres de sus
territorios con cartelitos coquetos (Playa Blanca, Playa Bonita, Cocoa), como
islas de un archipiélago exótico. Los de afuera miraban, envidiaban y seguían
de largo en busca de playas aún no arañadas por el gran muro.
Valerio Luyo, que
siempre detestó lo detestable, miraba aquella guerra fría desde su restaurante
y entendió que las cosas nunca volverían a ser como antes. Ahora debía pedir
permiso para transitar por las arenas de su infancia. Un día cerró su negocio y
se mudó con su esposa a un lugar más tranquilo, bajo las montañas, donde el
gran muro no pudiera alcanzarlo. Allí envejeció tranquilo.
Una mañana de verano me
recibe en su casa de Lunahuaná, donde se distrae vendiendo cremoladas de uva
borgoña. Le muestro algunas fotografías recientes. Es el muro de Lima hoy, le
explico. El viejo Luyo estudia las imágenes con incredulidad.
-Kilómetro 100: una
pared de concreto protege un condominio de casitas blancas y se extiende entre
la carretera y el mar. La pared continúa en otra fotografía.
-Kilometro 113: Más
condominios.
-Kilómetro 130: Ya no
hay vida inteligente pero el muro sigue en pie y corre en el desierto desolado
a lo largo de kilómetros y kilómetros como una criatura fantástica. No hay
rastros de civilización a lo largo de esa línea divisoria. Pero aquella pared anticipa
un futuro donde los que tiene casa de playa podrán bañarse en el mar y los que
no tienen casa de playa, no.
El gran muro es una
obra digna de estudio antropológico, como tantas curiosidades que construimos
sin razón aparente. En el kilómetro 71 de la Panamericana Sur, el muro de Lima
es una alambrada con carteles que gritan como el muro de Berlín: «Propiedad
Privada. Orden de Disparar». En Ancón, por el norte, el muro muta en una soga
que escuálidos guachimanes sostienen mientras sus jefes se bañan adentro y los
otros se hacinan afuera.
Ya en la ciudad, el
muro adopta todo tipo de formas folklóricas:
-Calles enrejadas donde
los guachimanes piden DNI con modales de agentes de la migra.
-Viejos parques
públicos que ahora son jardines privados dentro de condominios (donde unos
entran y otros no).
-Discotecas y clubes
nocturnos donde los cholos y los negros (y toda la gama de variaciones) entran
solo cuando tienen plata.
El muro de Lima es más
que una obra arquitectónica. Es una ruina viviente que a los arqueólogos del
futuro les servirá para explicar que, en pleno 2014, Lima aún era controlada
por los neanderthales.
Fuente:lamula.pe
http://cronicasdewaterloo.lamula.pe/2014/01/24/la-nueva-muralla-de-lima/marcoaviles/
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