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Diario digital Buenos días Cañete, 27 marzo 2024

DESDE CAÑETE PARA EL MUNDO

domingo, 1 de noviembre de 2015

CEMENTERIOS CAÑETANOS LUCIERON ABARROTADOS DE FAMILIARES Y VENDEDORES

Lo de todos los años, al conmemorarse el “Día de todos los santos”, miles de personas llegaron a los diversos camposantos de la provincia de Cañete, dando el colorido y espectacularidad con las costumbres variopintas de los visitantes.
Infaltables los vendedores de flores y los “aguateros” provistos con baldes y escaleras para brindar su servicio al que lo requiera. Los vendedores de cerveza y velas se confundían entre sí, en los pasillos de los diversos pabellones.
Los más entusiastas se animaban a contratar a personas o grupos para dedicarles unos temas a sus seres queridos, desde valses hasta huaynos, el infaltable “Amor eterno” y “Nadie es eterno” se dejaron escuchar, haciendo derramar más de una lágrima a los familiares.
En el cementerio del distrito de Imperial, se pudo apreciar a una gran cantidad de gente en los diversos pabellones, pero también en la parte trasera, donde están aquellos que no contaron con dinero suficiente para enterrarlos en algún nicho y enterraron en el piso, identificando al familiar con una cruz. Algunos, sentados sobre cajas de cerveza, recordaban al ser querido que se fue.
Otros que no pudieron trasladarse hasta su lugar de origen al cementerio donde están enterrados sus familiares, optaron por colocar flores y prender velas en el lugar del velatorio municipal, desde ahí elevaron sus plegarias al ser que ya no está, pero que ellos recuerdan día a día.
Las notas musicales de huayno y vals, se confundían entre sí; las voces de hombres y mujeres poseídas por la nostalgia se cruzaban entre sí, las velas se consumían, como se consumía el día y caía la noche, la mayoría optaba por retirarse, otros, muy pocos, se quedaban con su botella de cerveza o cachina en mano, para seguir al lado de él o ella, al lado de quien en algún momento le brindó la vida.

Así, cada año, se vive esta fiesta tan tradicional, tan esperada (por los vendedores) y que transforma un cementerio en un lugar para reir y llorar, para beber y bailar, para comer y dejarle su dulce o plato que “más quería el difunto”, para reafirmar que pese a que ya no están físicamente, sí lo están en los corazones de cada uno de sus familiares.
Fotos: Cristel Quispe Sánchez.






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